martes, 13 de mayo de 2008

La conciencia del tiempo


Después de más de diez años de terminar la Facultad, a alguien de mi clase se le ocurrió la feliz idea de convocar en Sevilla un reencuentro de la promoción para volver a vernos las caras y recordar batallitas de aquella época dorada. Como me encantan que las ideas sean felices, decidí que no podía desaprovechar tal ocasión, así que desempolvé la orla para repasar los nombres, confirmé que por entonces la rebeldía me confería un aspecto de heavy y me revestí de espíritu juvenil para ir en busca del tiempo perdido.

Aunque tengo bastante poca vergüenza, me asaltaron mil dudas antes de entrar al restaurante. No había visto a los que estaban dentro hacía una década. Puestos a echarle imaginación, podía inventarme una vida entera, pero ya era un poco precipitado y me daba pena traicionar a todos mis años de existencia verdadera. Al final, nos reconocimos enseguida y, lo que es mejor, reconocimos que todos habíamos ganado con la edad.

En el grupo había de todo, incluso a quien le había dado tiempo de ir por el cuarto hijo. La profesión nos había llevado a cada uno por un camino: una había estado tres años de corresponsal de la Ser en Jerusalén, otro dejó el periodismo y se hizo actor, y una chica que yo siempre había pensado que era conservadora, me dijo que era sindicalista y me habló entusiasmada del retorno de Julio Anguita y el proyecto de refundación de la izquierda.

Entre pocos canapés y muchas cervezas hablamos de profesores antológicos, del viaje de fin de carrera a Praga, de la generación perdida, de años de idealismo y realidades precarias, de vocación sincera y repudio del sistema, de lo importante de estar hablando de todo eso y, sobre todo, de no haber perdido el buen humor.

Yo acabé en la barra entre el intelectual y el guaperas de la clase, recordando la importancia que la asignatura de estética tuvo en nuestras vidas. Brindamos por todas las películas infumables de Cocteau que tuvimos que analizar y por las fiestas de la primavera. En uno de los momentos de máxima euforia decidí presentarme a la reelección como delegada de curso. Por supuesto, fui designada de forma vitalicia por la asamblea. Creo que como a esas alturas de la noche todos estábamos alegremente embriagados, lo que les convenció fue el lema de campaña: El futuro era esto.

Mientras tanto, el presente aterriza en un martes de cineclub con la última Palma de Oro de Cannes, Cuatro meses, tres semanas y dos días, una díficil historia sobre la práctica de un aborto en la Rumanía comunista de Ceaucescu. Tras el desierto cultural como consecuencia del Rocío, es buena ocasión para echar luego una cerveza. El sábado hay teatro, Mentiras, incienso y mirra, dirigida por Juan Luis Iborra y, por lo que he leído, va en esa línea de las contradiciones de los que hemos superado la treintena.

También el sábado, el primer festival Marabunta Fest, en Puerto Sur, con actuaciones musicales gratuitas desde las siete de la tarde hasta la madrugada. Lo organiza la gente de El Mosquito de Punta Umbría y además del grupo que le da nombre al festival, participarán Son de Nadie, La Selva Sur, Trashtucada, Cinamoon y DJ Benas. Por si alguno conocéis a alguno.

La última recomendación de hoy y cita no habitual: el II Salón Internacional del Cómic, de jueves al domingo en la Casa Colón. Yo tengo una camiseta y el cartel de la primera edición pegado en mi oficina. Este año la autora invitada es Purita Campos. Aunque a muchos no os suene, es la creadora de Esther y su mundo, aquellos tebeos romanticones que a algunas tanto nos hiceron soñar con el primer amor. Pienso llevar uno de los míos para que me los firme. De mis tebeos, no de mis amores.

Como el post me ha salido nostálgico, adjunto foto-metáfora del paso del tiempo, que a veces también se percibe en un trayecto, mirando por la ventana de un coche en movimiento. Es como si, de pronto, los años no nos hubieran hecho mayores, como si encontrarnos -con el pasado, con nosotros mismos- nos rejuveneciera. Probadlo. Sentir que todo se detiene, que nos sentimos bien. Así, el tiempo vuelve a ser algo nuestro, con la conciencia de que podemos dirigir nuestros pasos en la dirección que queramos.

Os dejo con la intención de saldar las cervezas pendientes y la de una feliz permanencia en Primera División.