sábado, 21 de mayo de 2011

Expectación y expectativa



Siendo exagerada, podría decir que estoy viviendo los días más intensos de mis tres décadas de vida y de los últimos años en este país. Diciéndolo en otras palabras, que estoy haciendo obras en la cocina y que el domingo hay elecciones municipales. Parecen actividades bastante simples y normales, lo sé, pero yo estoy convencida de que son el trasunto de algo mucho más importante. El aluvión de estímulos y la sobredosis de adrenalina que experimento desde hace más un mes no puede ser un simple efecto de la privamera.

No puede ser casualidad que en sólo unas semanas Adela haya cumplido 40 años celebrándolo con cien personas, mi sobrino el mayor cumpla 6 viviendo en el pueblo que me vio nacer, hayamos estrenado la temporada de terraza de los Bruni con caracoles y nosecuantos derbis históricos, las escapadas a Portugal hayan sido un bálsamo para el cuerpo y el espíritu, se hayan celebrado las romerías y la Cruz de El Buitrón o que haya temblado la tierra en Murcia, por poner algo no memorable.
Que el domingo nos vengamos de la playa para ir a una manifestación y a partir de ahí miles españoles se echen a la calle como en el Mayo del 68 o que, de un día para otro, mi cocina haya dejado de serlo. Y que haya encontrado en el Instagram un nuevo lenguaje para expresar tanto evento. Ayer, por poner un ejemplo, se abrió H&M en la ciudad, hubo elecciones sindicales en la Dipu, pedí destino para las vacaciones, me despedí de mis albañiles y el cierre de campaña de IU animó la noche con actuaciones y cerveza en mi plaza de la Merced. La vida ha decidido crearnos expectación. Que el ritmo no pare.

Como hoy es jornada de reflexión, he empezado el día preguntándome ¿se acelera la historia o es que yo lo estoy viviendo demasiado rápido?. Creo que la respuesta es una mezcla de las dos cosas. Lo primero es un proceso en el que estamos inmersos y que marcará el futuro de nuestros hijos y sobrinos. Lo segundo, y hasta que la Seguridad Social me diagnostique el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, es algo que intento controlar entre pico y pico. Algunos de esos picos derivan en agotamiento. Otros, en un excelente humor que me produce la risa floja y un profundo paveo cuando estoy con mis amigos. Ése es mi favorito. He comprobado que en casi todo en la vida, reirse nos hace fuertes.

Después de una deconstrucción de mi cocina en 48 horas, ayer se fueron los albañiles. Voy a sentirme rara sin ellos. Nuno es un portento portugués. Con él y su cuadrilla -Abdul, que es marroquí y Javi, que es La Orden- mi casa ha sido un crisol de culturas y una encrucijada de caminos, como dice mi sabio amigo Rafa Pérez. Y me sentido muy acompañada. Claro, que tener el frigorífico, el horno y la lavadora en el salón, las cacerolas, platos y vasos debajo de la cama, y los vinos y restos de despensa por los pasillos también ayuda. Ha sido la primera vez que me llaman 'patrona' que, dicho así, con cariño, hace pensar que es posible reconstruir los cimientos del capitalismo.

Y lo bueno, según parece, es que no soy la única que lo piensa. Media España ha decidido manifestarse y la otra media lo sigue por la tele, por el twitter o por el feisbuk, además del extranjero. De los distintos nombres del movimiento -Democracia real ya, no los votes, Yes, we camp- el que más me gusta es 'Toma la calle', que es una actividad que siempre tiene un resultado beneficioso, que yo lo sé por experiencia. Respecto al contenido de la revolución, copio: "Cierto es que las propuestas concretas de los acampados tardan en definirse. No es extraño: llevábamos tanto tiempo guardándonoslo, que ahora que empezamos a quejarnos no sabemos ni por dónde empezar". La frase es de El Jueves que, para quien piense lo contrario, siempre es uno de mis referentes para analizar los asuntos serios. Y también me quedo con la revitalización de los lemas, que es un mundo que siempre me ha apasionado y que estaba bastante paraíto desde el 'Otan no, bases fuera' y 'Del barco de Chanquete no nos moverán'.

Las horas previas a la jornada previa a las elecciones -o sea anoche- se vivió un movimiento ciudadano sin precedentes en la Puerta de Sol. Se podía seguir en directo por Internet y seguro que hoy es portada en los medios. Mi cuñao ya me había mandado unas fotos por whatsapp y mi amigo Edu, que nunca da señales de vida, me estuvo poniendo sms para que lo avisara si iban a desalojar. Me gustó mucho que se acordara de mí. Lo que pasa es que yo, entre la obra, los cierres de campaña y tanta intensidad, estaba tan reventá que a las diez de las noche ya estaba frita. Hasta ahora, que voy despertando. Podría pensar que me he perdido algo. Pero he abierto la nueva ventana de la cocina, he visto un sábado radiante y me he sentido descansada y contenta. Sé que es la mejor actitud para recibir todo lo que está por venir.

Dudaba como titular el post y me he ido al diccionario. Quería conocer la diferencia entre Expectación ('Espera, generalmente curiosa o tensa, de un acontecimiento que interesa o importa') y Expectativa ('Esperanza o posibilidad de conseguir una cosa'). Ahora ya sé que son dos palabras que siempre deberían acompañarnos. También dudaba con la foto, entre mi vieja cocina, que representa el pasado o ésta del 15M en Huelva, como metáfora del futuro. Con permiso de mis sobrinos, que siempre son lo mejor del presente
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sábado, 7 de mayo de 2011

Primavera feliz

Si tuviera que contaros qué he hecho desde la última vez que escribí, necesitaría haber tenido o tener una tarde libre. Pero es que la primavera ocupa todo mi tiempo. En disfrutarla. En los días y con las personas de las que luego siempre me gusta hablar. Porque me hacen feliz. Con este ejemplo seguro que me comprendéis: 'Pequeña representación improvisada de los Estados de ánimo de quien disfruta de lo que desea'. Si la buscáis en el diccionario, es la definición de felicidad.



























































































































































































































miércoles, 16 de marzo de 2011

Cibernética doméstica


En la búsqueda de alicientes que me hagan más llevadera mi existencia aún no vivida, tengo que confesar que creo que me he enganchado a las máquinas. No a las de tecnologías de la información y la comunicación -que para eso ya tenía el feisbuk, el twitter y el ifón-, ni a las tragaperras y juegos de azar -que ya invierto en el Gordo de la Primitiva y me he comprado un cupón del Día del Padre-, sino a otras con una vocación más científica. Lo he estado pensando y creo que el origen de esta extraña adicción está en Fringe que, aunque como dice mi amiga Mariví parece el nombre de una modalidad de papas fritas, es una serie americana, con su FBI y todo.


Mi enganche a las papas fritas en todas sus variedades viene de mucho más atrás. Podría dedicar un post exclusivamente a ello y a mi evolución en gustos, desde las onduladas al jamón de Matutano a las salt& vinager de Pringles, con la revolución que supusieron las papatas gajos, ya sean las del Mc Donalds o las de otro Mc, Cain, que las vende congeladas. Aunque eso sí, por encima de todas siempre prevalecerán las Reposo, que llevan el nombre de mi patrona y que poco a poco voy extendiendo entre algunos paladades privilegiados de la capital.

Volviendo a las máquinas. En la serie, un investigador -mitad doctor Frankenstein, mitad Einstein- aborda para el gobierno americano una serie de casos y cosas que rozan el límite de lo conocido y que son las que a mí realmente me interesan en la vida. Tipo teletransportación, inteligencia artificial o nanotecnología. Para sus experimentos con personas utiliza aparatos con cables de descargas eléctricas que consiguen resultados impresionantes, como transferir recuerdos entre dos conciencias o recuperar la última imagen del nervio óptico de un tío que la acaba de palmar.

Seguro que ahora entendéis mi motivación cibernética. Traslandándolo a mi entorno, los aparatos más parecidos que tenía a mano son uno de electrodos de onda corta que te pone en la espalda el quiropráctico -que es un señor que me cruje la estructura ósea y la cartera- y otra de rayos láser destinada a la fotodepilación. Que esas máquinas en realidad son para masaje y para quitarse los pelos, de acuerdo. Pero así descritas suenan mucho mejor y para la láser hasta me pongo unas gafas protectoras totalmente futuristas que me hacen sentir mucho más cómoda en mi nueva aficion.

En este nuevo proceso también he aprendendido que yo soy más de ciencia y ficción que de libros de autoayuda. Me saqué uno de la biblioteca que se llama 'Egoísmo sano' y lo he tenido que renovar tres veces porque prefería destinar el tiempo necesario para leerlo a los demás. En concreto, a mis amigos, y para ser exactos, tomándome unas cervezas con ellos en el bar. Es lo que tenemos las personas altruístas. Así que en vez de ese manual me estoy leyendo una novelita corta, Diario de una golondrina, que me gusta mucho más. El protagonista del relato dice "lo que en adelante me conmovía era lo que se correspondía con nada común", con lo que me identifico totalmente y lo dejo a modo de cita, que es lo único que suele tener sentido en los martes, martes. La autora, Amélie Nothomb, es de origen japonés, que es un país que tenía que aparecer en este post de alguna manera porque todos lo tenemos más cerca que nunca.

Por lo demás, pasó el Carnaval y, aunque este año no me disfracé de Teletuby, volví a juntarme con mi pandilla valverdeña, la de toda la vida, que ha decidido reproducirse para perpeturar la especie, la de la buena amistad. Estadísticamente la mayoría absoluta de mis amigas y mi prima Patri están embarazadas del primero o del segundo descendiente. He hecho la cuenta y lo cuento aquí a modo de dato, no para crear un debate acerca de la maternidad, que os estoy viendo venir.

Como a quien Dios no le ha dado hijos, le da sobrinos, yo intento disfrutar intensamente de los míos. El mayor se vistió de Bob Esponja y el chico tiene cada vez más acento valverdeño. Conocen ya tantas tradiciones como ir de matanza, a Los Pinos y al Buitrón, a coger aceitunas a Candón o ir a buscar gurumelos, que deberían nombrarlos sobrinos predilectos del pueblo .

Dado que me dejo caer a cuenta gotas en este mi blog, la semana que viene me voy a pegar una escapada para tener más que contar a la vuelta. Como destino, uno que hace honor a mis tropecientas camisetas de rayas.

Nos vemos esta noche en el 1900. No como viaje en el tiempo, sino en la proyección semanal de 'Sangre de Bombilla presenta'... Cualquiera puede ver una peli en el cine o en su casa, pero verla en un bar constituye un aliciente de primer nivel. Palabra de experta en localizarlos.


miércoles, 26 de enero de 2011

Balance y elección

Llegó el 2011 y me he dado cuenta que nos hemos encajado de golpe en la segunda década de número futurista. No me digáis que las primeras veces no resultaba raro poner en la tercera cifra de la fecha el 11. Qué lejanos me parecen ahora aquellos encabezados que empezaban por 198 ó 199 y algo.

He estado tan ocupada que ni me ha dado tiempo a hacer balance del año y, si me apuras, ni siquiera de lo que hice ayer. Respecto al futuro baste decir que empecé este post antes de irme a Madrid por segunda vez en un mes, lo dejé justo en este punto y lo retomo una semana más tarde. Por algo dicen que hay que el porvenir hay que construirlo cada día.

A los Reyes le pedí un año sabático, una cura de sueño y que la batería del iphone me durara más. No me trajeron ninguna de las tres cosas, supongo que no quieren que me instale en la pereza. Pero no me disgusté. El otro día alguien le dijo a alguien que yo no me enfado nunca. Y Adela dice que sólo me enfado como Faemino y Cansado, es decir, de broma. No sé muy bien que pensar de eso, si es un halago o que me toman por sopa. En cualquier caso, ambos comentarios, lejos de inquitarme, me pusieron de buen humor.

En vez de atender a mi carta, los magos de Oriente me trajeron apuestas seguras: una caña de lomo -de un rey que me conoce como mi madre-, una cuidada edición de V de Vendetta -de otro rey que sabe a qué dedico el tiempo libre- y un marco digital -de un rey que se llama Javier, como mi hermano- y que cualquier día de estos abrirá las puertas a un nuevo universo expositivo en mi salón. También había un vestido de H&M, para mí que eso se lo encontraron por el camino. El conjunto me hizo casi la misma ilusión que las equipaciones del Recre y los clicks que le dejaron a mis sobrinos, que también me hubieran encantado, pero hace tiempo que aprendí que no se puede tener todo en la vida.

Este enero, y por aquello de renovarse o morir, tiendo más a la abstracción y en vez de propósitos recurrentes como el gimnasio, las rebajas y lamentarme por la cuesta del mes, he optado por dejar que transcurran las cosas tal y a ellas les venga en gana. En Fitur, por ejemplo, este año sólo me he recorrido medio mundo, no me dio tiempo de llegar a Asia-Pacífico y a las empresas. Lo segundo es absolutamente prescindible, sobre todo porque el merchandaising está acusando mucho la crisis, pero para compensar el recorrido oriental me he hecho adicta a la comida japonesa, después de probar el tataki de atún al jenjibre y comprobar que hay sabores mucho más conseguidos que los palitos de cangrejo.

También he pensado, aunque no mucho, en cómo era mi vida hace un año. El frío y la lluvia eran más o menos igual. La sensación: de que todo era cambiante, de que todo estaba en el aire. Probablemente ahora el futuro siga siendo igual de incierto, pero eso hace tiempo que djo de preocuparme.


He aprendido a valorar más lo inmediato. A disfrutar la siesta, una tarde en Valverde, lo que me ofrezca esta noche la nevera, la copa del viernes con mis amigos. Además he aprendido a dejar crearme obligaciones y optar por lo que me hace más feliz . La vida también es lo que queremos que sea. Ese sería mi balance y también mi elección. Hace poco leí que el acto de elegir es una prolongación de nuestra propia persona. Y a mí me gusta reconocerme cuando estoy contenta.

Una de las frases que me siempre me han acompañado es esa que dice que hay un tiempo para hacer que sucedan las cosas y otro para que las cosas sucedan. Escribir el blog responde al primero de esos tiempos. De aquí a la próxima vez que escriba, espero que me ocurran muchas otras historias que contar.

En Enero siempre me acuerdo más de mi padre. Miro a mis sobrinos creciendo y me pongo a imaginar como hubieran sido todos estos años con él. A veces se me saltan las lágrimas. Y me alegro de que su recuerdo me haga sentir más viva.