miércoles, 14 de abril de 2010

El secreto del éxito

A fin de reflexionar sobre mis experiencias para poder contarlas con propiedad, dedicí declarar 2010 como Año Internacional de las Riendas de mi Vida. Dudaba si el verbo que tenía que usar era 'tomar' o 'coger' -las riendas-, lo puse en google y me salió un curso de Coaching para Emprendedores llamado 'El Poder del Cambio'. Volví a probar y me apareció un libro titulado '¿Estas preparado ser feliz y hacer realidad tus sueños?.' Y a la tercera, un blog: 'Descubre la llave de tu poder personal'. El curso valía una pasta, la autoayuda me da grima y para leer el blog de otro me pongo a escribir el mío, que ya va siendo hora, me dije, y aquí estoy. La investigación no ha dado frutos, así que la Declaración Universal de mi año en curso sigue abierta a sugerencias.

La que parece dar rienda suelta a su llegada porque la llamaban a gritos es la primavera, que después de un invierno duro y largo a partes iguales, se ha apresurado a mostrarnos su epifanía. Cambió la hora y con ella el humor, los colores vivos van sustituyendo a los negros y grises en las camisetas y el rosa a la blanca palidez de la piel de las erasmus de mi barrio. No sé si huele a flores, pero sí a habas enzapatás. Y han abierto una heladería en la Plaza de las Monjas que ha empezado el agosto en marzo. Pero mi manifestación preferida de esta estación es ese axioma que dice "Como fuera de casa en ningún sitio".

Por eso, como la Semana Santa es sagrada y los viajes también, me fui a Estambul. Para no perder las riendas, me llevé a mi amiga Mariví, sin la cual las historias de mi blog no serían lo mismo, y a mi amiga Violeta, que como también es de Valverde contribuyó a que las habaneras cantadas a orillas del Bósforo quedaran preciosas a dos voces.
Los turcos, además de un río, tienen bigote, taxis amarillos, kebabs y bocadillos de caballas, mercados laberínticos, mezquitas impresionantes y una ciudad maravillosa. Con diez cañones por banda y cantando alegre en la popa, recité los versos de Espronceda: "Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente..." se iba divisando el mes de abril.

Aparte de las aguas mil y de que se lo robaron a Sabina, para mí es un mes que me ayuda a encontrarme cuando estoy perdida. Pienso en el pasado y el futuro y disfruto un poco más el presente. Creo que es porque me siento más cerca de las personas que quiero. Y porque en Abril han nacido mi madre y mi sobrino el mayor. Cuando tenía sólo unos meses le compré un cuento de cartón gordo que tenía una vaca en la portada. Ayer me llamó por teléfono y se puso a leerme para demostrarme que estaba aprendiendo. A su lado estos cinco años yo también he aprendido a ser más feliz.

Otras formas de encontrarme es ver Perdidos los domingos. El otro día, en feisbuk, me hice del grupo 'La frase qué te llevarías a una isla desierta ha cambiado desde que veo Lost'. También ando buscándome a mí misma a la hora de pagar con tarjeta. Si alguien encuentra mi DNI, que le diga que lo echo de menos. Se siente muy rara una sin saber por dónde andará su identidad.

En la ciudad, y con las fascinantes imágenes de Latitudes ya grabadas en la retina, la actividad cultural retoma su curso cotidiano y tranquilo en el teatro, en el cine y en la Universidad.

La vida sigue y estoy convencida de que los meses pasados, lluviosos y tristes, nos ha hecho un poco más fuertes. Las tardes se alargan de luz y la gente va volviendo a las calles. Pero como sé que estos días hay quien necesita más aliento, propongo animarnos los unos a los otros. Yo, por ejemplo, he ido encontrando soluciones a mis pequeñas catástrofes y además ya me ha llegado el borrador de haciendamedevuelve. Os cuento, además, un secreto más simple que todas las claves del éxito y crecimiento personal que me salieron en google: las vitaminas de Aldi, mucho más efectivas y baratas, dónde va a parar.

Ayer fue martes y treces, pero como ya no creo en en la mala suerte, se me ocurre una razón mejor para que el blog se actualice este miércoles. Feliz Día de la República

miércoles, 10 de marzo de 2010

Teoría de la relatividad

Desde que no ponía una letra en este martes, martes, he reunido una colección de indicios para confirmar que todo aquello que creemos seguro, firme o incuestionable puede revelarnos en cualquier momento una cualidad incontrolada que, al menos a mí, me recuerda lo vulnerable que soy ante a la vida. Mi amiga Mariví me ha dicho alguna vez que soy la vulnerabilidad hecha persona y claro, al escucharlo, me puse a llorar de emoción para no defraudar a nadie.

Precisamente porque yo soy más bien de letras, siempre me ha fascinado la física. Ciencia que estudia la materia y la energía, y las leyes que tienden a modificar su estado y su movimiento sin alterar su naturaleza. Materia y Energía son palabras rotundas que me gusta utilizar para que parezca que puedo explicar el mundo y algunos capítulos de Perdidos.

Creo que cada uno se engancha a la serie por motivos diferentes, casi siempre personales: porque se identifica con algún personaje y por eso hay tantos, porque hay partes del pasado que todos necesitamos redimir, por sobrevivir en una isla desierta donde vive mucha más gente que en El Buitrón, hasta porque los productos de la iniciativa Dharma les recuerdan a los de Hacendado, como Nacho y el feisbuk tan bien nos han enseñado .Yo me he enganchado por todos ellos y algunos más. Hasta sobrevolé la isla de Ohau por si el péndulo me hacía aparecer en alguno de los capítulos de la quinta temporada.

La isla de Perdidos se mueve en el espacio y en el tiempo. ¿Ciencia? ¿Ficción? ¿las dos cosas juntas? Lo digo porque ya no hace falta poner Cuatro para comprobar que la Tierra cambia sin cesar, los anticiclones desaparecen, hay inundaciones hasta en las playas, terremotos, el eje que la equilibra se ha desplazado ocho centímetros y el día se ha acortado en no se cuántos microsegundos. Voy a buscarlo. 1,26 millonésimas de segundo.

Por eso, cuando anunciaron la Ciclogénesis explosiva, me dispuse a enfrentarme conscientemente a mi destino. En la serie, todos parecen haber sido elegidos por algún motivo para encontrarse justo en esas coordenadas. Yo, después de haber pasado por mi mayor serie de catástrofes propias y ajenas, pequeñas y grandes, domésticas y vitales, pensaba que sería arrastrada por el ojo del ciclón empapada bajo la tormenta enmedio de una gran corriente eléctrica, como en los pósters donde se ven los rayos y relámpangos sobre el perfil de una gran ciudad en la noche.

¿Sinceramente? Creo que la ciclogénesis se equivocó de coordenadas. No quise decir nada, pero me extrañaba mucho que llegara en pleno de puente del Día de Andalucía mientras me comía un frito variado con mis amigas de Valverde y sus chiquillos en El Portil.
También puede que pasara de largo sin darse cuenta de que yo la estaba esperando. Me volví a quedar con las ganas de saber que sintió Dorothy la de El Mago de Oz cuando el tornado en Kansas. Al menos, los chocos del bar me dejaron buen sabor de boca.

Lo malo de estar tan ocupada con la física es que apenas le he dedicado tiempo a la agenda cultural. Pero hasta eso puede tener un tiene sentido científico. En Perdidos y en la vida, son muy importantes las constastes y las variables. Otras dos palabras rotundas a las que dedicaré otro post cuando investigue sobre ello. Pero hay un concepto relacionado con la distancia, latitud, que se ha materializado en la ciudad. No hace falta explicar mucho, ya lo hice el año pasado por estas fechas. Quien quiera saber más puede averiguarlo en cualquiera de los espacios expositivos que existen en Huelva. No se arrepentirá.

Ahora que ya he expuesto mi teoría, me he quedado un poco más tranquila, y ya no preocupa tanto que el fin del mundo esté cerca.
He llegado que si las verdades son relativas, las mías, las tuyas y las suyas, en estos tiempos que corren lo son más que nunca. Por eso me he propuesto invertir las 1,26 millonésimas de segundo que han desaparecido al día en algo que me haga feliz.
Por cierto, está a punto de empezar Perdidos que, por si alguien no lo sabe, hasta ahora se emitía los martes, martes. Pero me he enterado que la pasan a los domingos. Hasta la serie se ha desplazado en el tiempo, como para no creer en Einstein.

viernes, 29 de enero de 2010

El valor del cambio


Me he dado cuenta de que me paso la vida acumulando cosas y necesidades pendientes. Coger la bici, volver al cine, ver la última exposición. Leer más, reordenar fotos, escribir en el blog. Cribar armarios, vaciar cajas y liberarme de algunos pesos de los que cada vez cuesta más deprenderse.

Se me pasa el tiempo buscando tiempo, dejando de hacer todo a sabiendas que dejarlo no es la solución, sino la cola de alguna pescadilla. A veces intento escaparme de casa, pillarme un avión que me lleve lejos, pensar otras maneras de vivir... Pero el sonido de las llaves en la puerta al volver de viaje parece decirme que todo está como lo dejé y que nada cambia a no ser que nosotros lo provoquemos.

Últimamente el cambio merodea a mi alrededor: mi cuñado se ha mudado de ciudad, algunos amigos de trabajo, otros de piso... También hay otros más sutiles que, más que cambios, son procesos naturales: mis sobrinos se hacen mayores, mi madre se hace mi amiga, mis amigas tienen hijos... Yo, que sigo practicando ese ejercicio mental de viajar al pasado y recordarnos cómo nos imaginábamos que seríamos en el futuro, no estoy muy segura de haber cambiado mucho de lo que siempre he sido. Pero he aprendido algo que no formaba parte del juego: que asumir lo bueno y lo malo, lo que nos hace felices y lo que no, sólo puede hacerse a hacer a medida que fuéramos creciendo.

Las cosas que no cambian suelen alojarse en mundos paralelos, como Fitur y el feisbuk. Los dos tienen bastante en común: te ponen lo que buscas a tu alcance sin moverte de un pabellón o de la pantalla del ordenador y es la manera más fácil de seguirle la pista a gente que no ves con frecuencia. En Ifema, paradigma de la inmutabilidad, me encontré con amigos de Madrid, de Canarias y de Berrocal. En el facebook, paradigma de la cotidianidad, cada día me hago seguidora de nuevos grupos, de esos que se le ocurren a alguien y nos alegran el día a los demás. He detectado que estamos atrapados por una espiral de gregarismo y llega un momento en el que nos identificamos con todo grupo que se menee. Hoy, por ejemplo, he asumido a pies juntillas tres propuestas impepinables: 'Y si cierran el Bully, ¿donde voy a cenar yo ahora?, 'Ojalá tuviera por la noche el sueño que tengo por las mañanas' y la evidencia: 'Creo que esto de ser fan se me está yendo de las manos'.

Me dicen que últimamente no informo de los eventos culturales. Haberlos, haylos. Os recomiendo la exposición 'Espejos del alma', en el Hotel París y la de Víctor Pulido en el Museo antes de que las quiten y adelanto estupendas expectativas para segunda edición de Latitudes, según he podido recabar. Estad al loro de los concierto de Cantero Rock: fantásticos ayer L.A,. y en febrero vendrá

La foto de hoy es una de las favoritas de mi último viaje. Otro lugar, donde es verano y el tiempo trascurre de otra manera. La pongo para recordarme que nunca hay una sola realidad

Entre tanto, atravesando este mal tiempo que nos condiciona el humor, nos hemos encajado en 2010. Un nuevo año y una nueva década, de número futurista, de la que me gustaría pensar que traerá revoluciones sociales, artísticas y culturales y no sólo tecnológicas. En la que las buenas noticias ocupen los titulares de los terromotos, las injusticias y las miserias.
Desde un día 27, enero siempre me entristece. Al principio no me paraba a preguntarme porqué. Ahora, que he comprobado que los sentimientos también tienen memoria, sé que es porque echo de menos a mi padre. Y así asumo la tristeza con calma porque, como dice mi amiga Mariví, la vida se construye también de recuerdos.

En estos días de frío y tardes oscuras, una buena amiga se ha enamorado y, por primera vez, mi sobrino el mayor ha tenido iniciativa para llamarme y contarme que busca un disfraz. Las cosas también pueden cambiar para mejor.

martes, 1 de diciembre de 2009

Lo que dio de sí noviembre


Echo la vista atrás a noviembre y me vienen a la cabeza tres o cuatro imágenes que pueden servir para que éste, mi blog, vuelva a salvarse una vez más de la inminencia de su extinción.

La primera: mi cuñao ya conoce el Festival de Cine. Esa semana salía corriendo del trabajo y llegaba al Aqualon, a veces sin ni siquiera haber comido, para pillar la sesión de las cuatro y media y hacer el maratón diario que veía en nosotros como algo lógico y natural. Una noche salió de la peli mexicana a concurso descojonao, repitiendo una de las frases en un perfecto acento: "¿No más pa qué quiés la fogoneeera? ¡Con esto le das de madre al pinche Chugüaca!". El humor negro fue un descubrimiento, dentro del registro de sensibilidades iberoamericanas. Yo, que últimamente me quejo de que no tengo tiempo para nada, decidí dedicar el tiempo que me he ganado -las vacaciones no son otra cosa- a viajar por el mundo sin gastarme un duro. A conocer cómo andan las cosas en Chile y en Bolivia. A ver su Argentina y Colombia han cambiado mucho desde el año pasado. A recordar cómo los mexicanos se empeñan en complicarse la vida. A que Portugal y Perí vayan siendo cada otoño un poco menos desconocidos...

La segunda imagen es cómo los sentidos se han ido adaptando a la nueva estación. Hace semanas que llevo duchándome con el agua casi hirviendo, y sintiendo frío al salir a la calle cada mañana; atrdeciéndome escuchando música de otoño en la radio; oliendo castañas asadas al volver a casa; cenando sopas y dedicándome a leer correos antiguos, documentos pendientes, viejos papeles, artículos recortados...

Una tercer ocurrencia, y esta no es ni mucho menos nueva, viene del feisbuk: Paloma Jara, escribiéndome en mi muro que me deje de tanto estado, tanta foto, tanto enlace y tanto exhibicionismo social, y que me centre en escribir, algo en lo que ella es una maestra. Y, claro, desde entonces mi conciencia ya no se engancha tranquila, hasta que finalmente me he puesto a atender su consejo. En mi defensa diré que me sentí algo más aliviada cuando leí el otro día a Maruja Torres -que nunca ha dejado de escribir- declararse fanática y activista del feis porque para ella es divertido: "Nos recomendamos libros, nos pasamos artículos, criticamos, alabamos. O simplemente nos transmitimos la pereza, la esperanza, el descreimiento, la alegría". Yo no lo hubiera dicho más claro. Y como, además, ya estoy haciendo caso a Paloma, empiezo a sentirme muchísimo mejor.

Para evocar un cuarto recuerdo, podría empezar también por otra pluma de periódico. O acabar con él: el lo bueno que tiene García Montero, que queda bien lo pongas donde lo pongas. Lo nombraba Adela el otro día por decir que a él los bares le han ayudado a comprender el mundo (algo en lo que ella es una maestra). Los bares de siempre, razona en un artículo, son como un domicilio particular, donde la alegría del alcohol y de los encuentros y los rostros cómplices aleja el vacío de nosotros. Luego están los bares donde no habíamos estado nunca y que, por arte de magia, nos regalan una sensación de pertenencia. Justo lo que nos pasó a unos cuantos el otro día en un acogedor karaoke del polígono Polirrosa. Como García Montero siempre dice verdades como puños, y encima de forma bonita, no tengo más remedio que hacerle caso también esta vez: "Descubrir un bar significa querer volver, sentirse parte de una forma de vida, sumergirse en la íntima alegría de las repeticiones".

Pero noviembre ha dejado tras de sí otros muchos momentos que quizás ya nunca se escribirán en un post, en un estado del feisbuk ni en un artículo de opinión. Nos ha mostrado la nueva luz naranja y roja de las tardes de otoño, que ya no se extiende sobre el horizonte del mar y la arena, y ahora está atravesada de nubes que parecen pintadas con carboncillo. Nos ha recordado realidades implacables, como la ciudad llena de pavimentos, los supermercados de turrones y mantecados, y las calles de la ciudad.

Yo he tenido suerte, y el mes que termina me ha traído motivos para seguir siendo feliz. Me puse una peluca y me lo pasé pipa en una fiesta de los años 70. Mi madre ha dejado en mis manos un tesoro: un maletín de fotos familiares, para que lo ordene y, de camino, vuelva a disfrutar de mi infancia. Mis sobrinos están más graciosos que nunca y a la vuelta de la esquina. Y, de momento, mi blog sigue alimentándose de historias. Os lo decía a algunos esta semana: tengo más esperanza de vida, y esperanza en la vida, que nunca.

Dedico toda esa esperanza y este martes, martes a Mariví, mi gran amiga a la que algunos conocéis porque aparece en estas entregas, pero que sólo algunos podemos comprobar día a día que es encantadora, imprescindible y verdadera.
Felicidades es el deseo de tener felicidad plural.

martes, 20 de octubre de 2009

Refranes, nostalgia y puentes


Octubre se me presenta inabarcable, casi tanto como poner al día mi blog. Suele pasarme en los cambios de estación. Que me aferro espiritualmente a la que dejo atrás y retraso la predisposición a la nueva. Teniendo en cuenta que hace un mes me encontraba recorriendo mundo y que he disfrutado del verano como si fuera a acabar -el verano sí, el mundo no está tan claro-, detalles como que pronto anochecerá a las seis de la tarde, que la oficina sigue en la Gran Vía y la Gran Vía de obras, o que falta un año para volver a acumular un mes de vacaciones no son motivos como para amargarle a una la vida, digo yo.
Al principio, cuando llegué de viaje, intenté que el cambio de actitud fuera lo más adaptivo posible. Las palmeras de la Plaza de las Monjas me hacían más llevadera la nostalgia de California. Camino del trabajo, el luminoso del salón de juego 'Las Vegas' de la calle Puerto me hacía menos duro el trayecto y alguna tarde me iba a cuestas como la del Hipercor o la Vía Paisajista intentando echar menos de menos San Francisco. Para sustituir a Hawai -que se parece bastante a nuestra provincia: tiene playas y montañas- me debatía entre Punta Umbría o la Sierra, así que ante la duda me tiré medio puente del Pilar en el sofá viendo treinta o cuarenta capítulos seguidos de 'Perdidos', que hay que ver ellos el partido que le sacan a esa isla.
Tan inabarcable como mi depresión al llegar me pareció también el resurgimiento cultural propio de esta época. En pleno Otoño Cultural Iberoamericano, cada vez más amplio en exposiciones y salones del libro, empezaron los Encuentros de las Artes y las Letras para todos los gustos, desde la intensidad de García Montero a las veleidades de Boris Izaguirre. En el Monasterio de La Rábida, Paco Naranjo nos enseñará Cuba a través de sus fotografías. En la Unia y en paralelo, dentro del Foro de Dramaturgia , el CAT expone sus treinta años en una antolología de carteles que Mariví dice que está muy bien. Y para que no falte de nada, montaje de El Brujo El testigo, de Fernando Quiñones, este viernes en el teatro de Punta Umbría.
A todo ello se suman las habituales programaciones del año: la del trimestre en el Gran Teatro, la Agenda Cultural de la Universidad de Huelva, Hotel París y Museo. Quien se quede en casa, no será por falta de variedad. Puestos a destacar algo: Lo mejor: joyitas como la exposición Montrash de la fotógrafa argentina Lola García, que se inaugura mañana en Cantero Cuadrado. Interesante ya de por sí, resulta que Xoel López -Deluxe- dará un concierto acústico en petit comité porque -voilá!- es el novio artista de la artista. ¿Y lo peor?: la suspensión del Cineclub -temporal según he averiguado tras arduas investigaciones- hasta después del Festival de cine, supongo y espero.
Como novedad mundial de este mes, le doy la más cálida bienvenida mi cuñao, no a los post del martes, martes, sino a ésta nuestra ciudad. Si me estás leyendo, te propongo que una vez a la semana vayamos a un evento cultural de los de arriba, cariñosamente elegido por mí, y que luego hagamos una interesante tertulia en el transcurso de una cena, generosamente invitada por tí.
Pues eso. Espero que éste sea un buen Otoño, esa estación rica en refranes, nostalgia y puentes que la gente es cada vez más especialista en planificar. Pero además es el tiempo de la Feria del Jamón, la de Gibraleón que ya fue y enseguida la de Niebla, tiempo para ir el sábado al pueblo y el domingo al cine, de probar las primeras tanas y de comer cuchareo.
La clave está en elegir aquello que más nos vaya a cada uno. Yo, por ejemplo, he empezado por descubrir pequeñas intrahistorias del barrio, reencontrarme con amigos y soñar huídas. Lo próximo, tachar nuevas cosas de la lista de todo lo que quiero hacer en la vida.

viernes, 28 de agosto de 2009

La partida


No sé si os habéis dado cuenta, pero los días comienzan a ser más cortos y, por las tardes, el cielo se enciende antes de naranja y rojo. Se observa mejor en la playa, cuando, como una bola grande y densa, el sol parece que estuviera cansado mientras se va perdiendo dentro del mar, mezclándose con azules y violetas. O conduciendo de regreso a la ciudad, durante ese espacio, apenas unos minutos, en el que hasta las marismas parecen guardar silencio para contemplar el espectáculo.

Reparo en que este largo y cálido verano roza el final de agosto y me viene a la cabeza la imagen del taco de hojas del almanaque pasando a gran velocidad, como el recurso aquel del cine para expresar un intervalo de tiempo. A mí siempre me ha gustado más arrancar las páginas de los calendarios de meses, de esos que regalan las imprentas en Navidad, con unas semanas de retraso. Es como si al tener que levantar la hoja en la que estoy para ver qué hice un fin de semana de julio, lo pasado se incorporara y la vida tuviera más continuidad.

Mi amiga Mariví me ha dicho un par de veces que el mundo no se va a acabar este año. Yo, por si acaso, decidí no cogerme vacaciones, descansar poco y salir mucho. Quién sabe -pensé- cualquiera puede ser, de repente, el último verano. Todos los lunes, al volver a la oficina, me reencontraba con una realidad sin grandes cambios apreciables, salvo que todo el mundo se iba yendo, claro. Me dí cuenta que hacía mucho que no escribía y que el cansancio, a veces, se disfrazaba de tristeza. Esa tarde me fui a la playa y mientras veía otro día marcharse por la última línea de luz que se apagaba sobre el agua, elegí aguardar el porvenir sin prisa, esperando lo que esté por llegar, disfrutando atardeceres.

Entretanto, justo ahora, me llega el momento de llenar una maleta. No me gusta pensar en el final del verano, por eso procuro hacer algo para tener la sensación de que en septiembre es un comienzo, mas allá de la vuelta al cole, al curso político y a los coleccionables en los kioscos. Me voy. No es sólo montarse en un avión, desconectar, huir. Viajar es una determinación, una vivencia rotunda.

Mientras elijo un vestido, un bikini y unas chanclas, sé que no me acordaré del blog, que no pensaré en el regreso ni lo que nos deparará la programación cultural este otoño.

Antes busco una foto de mi verano y la siempre visionaria relectura de Benedetti en estos tiempos extraños:

"Hay gente que entiende lo que esta pasando, que cree que es absurdo lo que esta pasando, pero se limitan a lamentarlo. Falta pasión, ése es el secreto de este gran globo democrático en que nos hemos convertido. Durante varios lustros hemos sido serenos, objetivos, pero la objetividad es inofensiva, no sirve para cambiar el mundo, ni siquiera para cambiar un país como el nuestro.
Hace falta pasión, y pasión gritada, o pensada a gritos, o escrita a los gritos. Hay que gritarle en el oído a la gente, ya que su sordera es una especie de autodefensa, de cobarde y malsana autodefensa. Hay que lograr que se despierte en los demás la vergüenza de si mismos, que se sustituya en ellos la autodefensa por el autoasco. El día en que sientan asco de su propia pasividad, ese día se convertirán en algo útil".

Nos vemos a la vuelta y, si queréis, os cuento qué tal es el mundo que vea por ahí fuera. Mi viaje es una ciudad, una playa, una isla, un continente. El destino no es lo importante si comienza antes de la partida.

Me han recomendado llenar bien los ojos para luego compartirlo. Por eso tengo la mirada más abierta que nunca y una especie de felicidad inquieta que me hace sentirme más viva.

martes, 23 de junio de 2009

Clásicos de temporada


Estamos oficialmente en verano, tal y como nos recuerdan todos los años profundas tradiciones creadas por el hombre, como el Día de la Música, el aserrín, aserrán o la noche de San Juan, que vuelve a este martes, martes que tengo abandonaíto perdío. Extraoficialmente, yo me dejo llevar más por los elementos naturaleza; fundamentalmente por el calor que representa el fuego. Como consecuencia, hace varias semanas que me vengo bañando en El Cruce, en Punta Umbría y en la playa del Espigón, en un mismo mar pero con distinta agua, que diría Gerardo Diego, y en un abrazo fresquito con el líquido elemento.

En cuanto a tierra, tuve suficiente con la del camino de El Rocío, experiencia que creo que no he contado en el blog aunque seguro que se lo merecía. El viento -precisamente porque es inexistente en las noches de junio- lo he sustituido por un ventilador colgado en el techo de esos de hélice que siempre me recuerdan a sitios coloniales y a Memorias de África, si no fuera porque en la Plaza de la Merced no hay muchos Robertos Redford y los únicos animales salvajes que merodean la zona son los caracoles y las cabrillas.

El cambio de solsticio se percibe en otros grandes clásicos de la temporada como las fiestas de fin de curso, los tintos con casera, los flash congelados, las dos mitades de la sandía ocupando media nevera, los cursos de La Rábida o las aceras levantadas por obras que convierten a la ciudad en un lugar intransitable. El tiempo se detiene en la siesta y todas los semanas se presenta alguna programación cultural para Julio y Agosto: Ya hay cartel de teatro y danza para el Castillo de Niebla y conciertos para las Noches del Foro, pero también vuelve 7 soles, 7 lunas a Cartaya, pronto habrá música en Ayamonte, danzas en Villablanca... También habrá varios cumpleaños, entre ellos el mío, que quizás no sean tan culturales pero son parte fundamental de la vida social veraniega.

Mientras llega Julio y la primera fase de la operación salida, os reseño un par de exposiciones interesantes: Huelva: la Guerra Civil en sus documentos, que podéis ver hasta final de mes en el Hotel París. Es una selección de los fondos procedentes de los Consejos de Guerra del Tribunal Militar correspondientes a nuestra provincia, que después de décadas a punto de pudrirse en un archivo de Sevilla han sido digitalizados y por fin pueden ser consultados por todos los intesados. De cerca de 200.000 páginas digitalizadas, la exposición ofrece en seis hilos argumentales una pequeña muestra, pero no por ello menos significativa e inédita.
Si vais a verla, os encontraréis de bruces con la otra recomendación: Al Sol de Huelva, 16 esculturas en bronce de Baltasar Lobo, un colega de Picasso, que estarán hasta el 2 de agosto en la Plaza de las Monjas, compartiendo espacio con niños sin colegio, palomas y bomberos.

Hace poco leía que cuando se está en el foco mismo de la vida es imposible reflexionar. Hace meses que me pasa algo parecido. Con tanto foco, por ejemplo, no he contado que he estrenado coche. Mi amiga Adela me ha regalado su 205 verde, lo he arreglado un poco y ahora estoy encantada, fundamentalmente porque así echo menos de menos al mío rojo que tantas veces me ha llevado al fin del mundo. Para sacarme la tarjeta de la zona ORA lo he puesto a mi nombre, como mi domicilio habitual. Es curioso pero, sólo por un instante, he tenido la sensación de haberme convertido en adulta.

Con tantas costumbres estivales, no he remarcado una de las mejores cosas que para mí llegan con el mes de Julio. Lo dice la foto y la cuenta atrás de los días para que mis sobrinos aparezcan por las puertas.

Buenas vacaciones a los primeros que las pilláis.
A ellos y a todos los demás, que la noche de San Juan sea el preludio de un mágico verano.