martes, 29 de enero de 2008

Metáforas posibles


El Mercado sobrevive. Como llevan tanto tiempo anunciando el inminente traslado, el sábado cogí la cámara, a algunos amigos y a mi hermano para tomarme la penúltima cerveza a la penúltima hora, a esa en la que te dan el pescado más barato, cuando empiezan a limpiar el suelo con mangueras y la presión del agua arrastra escamas, mollejas, olores, y una parte de la vida de la ciudad y sus gentes.

Después caí en la cuenta de que la inaguración del nuevo mercado de colores es uno más de los anuncios de precampaña, que para algo todo gira en torno a la economía, ya sea doméstica, fiscal o bursátil. En mi vida había visto a tanta gente hablando del índice Ibex 35 como quien comenta el partido del Recre con el Getafe. Yo, como soy un poco futurista, soy más el nasdaq y el nikei y menos del Sevilla. Me encanta la palabra futurista.

El mercado de abastos es como una metáfora de los sábados: ambos son soleados, sugerentes y productivos. Para mí, mejorando los martes, martes, es el mejor día de la semana, el más libre. Por eso desayuno con tostadas, lavo la ropa de color y me pongo zapatillas de deporte. Por la noche, veo Informe Semanal. Aunque no lo he recomendado nunca, siempre es recomendable. Uno de los reportajes se titulaba Utopías modernas y alguien decía que la felicidad es un derecho que debería ser universal. Entonces me dí cuenta que a veces, los sábados, también son días felices.

Leo en un teletipo que Luz Casal, María Adánez y Jaime Blanch centrarán la oferta cultural del Gran Teatro para febrero y marzo. Bueno, y la rubia que es hija de Marisol. Lo mejor es que vuelve el cineclub, con lo que Mariví y yo traicionaremos a Lucas algún martes que otro. Pero eso será cuando vuelva: esta tarde me voy a Fitur. Creo que en el último mes he ido más a Madrid que a Valverde del Camino. Ahora que mi sobrino se engrandece cada día y el chico ha celebrado su primer cumplemes, debe ser una especie de imán que tira de mí, me mete en el AVE y me aleja de la rutina.

Fitur es como jugar a imaginarse cualquier destino y acabar creyendo que un stand es un territorio en el mapa. Por ejemplo: tengo una foto mía con Oscar Mariné en las marismas del Rocío en un bello atardecer de cartón-piedra.


Yo, en cuanto puedo, me escapo de las playas de Huelva y me voy a recorrer mundo por los pabellones internacionales. El año pasado me senté en un banco delante del Taj Mahal, me tomé un café en Colombia, un chupito de ron en la República Dominicana y como acabé tan cansada de atravesar continentes, me fui a Tailandia a que me dieran un masaje. Me gusta coger ideas útiles y cargar con objetos promocionales inútiles de toda índole que voy echando en una bolsa también promocional y que siempre acaban en mi tómbola. Una vez, aprovechando que una azafata estaba despistá, mangué una maqueta de un avión de las aerolíneas de los Emiratos Árabes para regalársela a mi sobrino. Cuando reparé en las connotaciones del hecho delictivo, sentí una especie de culpabilidad terrorista, así que me fuí a comer una hamburguesa XXL a los Estados Unidos y me reconcilié con el sueño americano.

Fitur es una gran metáfora de todo lo posible: el verdadero viaje es darse cuenta de que hay un mundo más allá de mi trozo de moqueta.

Os dejo con una de las frases lapidarias del Luisma del capítulo del domingo en Aida: "Mira que hago lo posible por evitarlo, pero al final, siempre termino pensando". Me encantan sus obviedades.

Besitos a Tino por dejarle plantado el sushi. Aprovecho para confesar que no me gusta lo crudo.

Cuidaros esos catarros y disfrutad intensamente del sol que nos regala este cambio climático que se ha instalado en nuestras vidas.

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